Viendo el lado positivo del confinamiento: más tiempo con los niños para observar sus hábitos miccionales y prevenir la enuresis

A nadie se le escapa que la pandemia está trayendo muchas cosas desagradables a nuestras vidas, sobre todo  para los más pequeños: no poder reunirse con amigos como antes, no poder ver a los abuelos sin temor a contagio, las muestras de cariño que tanto les gustan, las restricciones de movilidad, no poder viajar, la ausencia de contacto e interacción con profesores y compañeros de las clases online, la distancia en el patio y las precauciones al jugar, son solo algunas de ellas, pero como debemos poner “al buen tiempo buena cara”, vamos a ver alguna de las buenas y, sin duda, la que destaca, es la posibilidad de estar más tiempo con los padres, en familia.

Desde la perspectiva de los mayores, estamos, probablemente, ante una de las pocas ocasiones en las que podemos estar con los niños y observarles muchas horas diarias durante días y días con lo que conlleva de vivencia, cercanía y observación de conductas, patrones, manera de actuar y relacionarse.

La enuresis monosintomática primaria, el escape repetido de orina durante el sueño, por encima de los 5 años, cuando los niños ya deberían ser capaces de controlarla, es una enfermedad y así viene reconocida en las principales guías de clasificación de enfermedades tanto de la Organización Mundial de la Salud como de sociedades y organismos especializados en la atención de los problemas nefrourológicos. Es, además, la más común de las enuresis y tiene gran repercusión en el niño y su entorno.

Según datos de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) “la enuresis afecta al 16% de los niños de 5 años, al 10% de los de 6 años y al 7,5% de los de 10 años de edad”, lo que significa que aproximadamente medio millón de niños en España mojan la cama de manera regular.

La desinformación, la vergüenza de reconocer en público el problema, que es para muchos un tema tabú, y la falta de concienciación por parte de los padres (que frecuentemente piensan que se solucionará con el tiempo), provocan que sea una patología altamente infra diagnosticada e infra tratada pues no se consulta con el pediatra y este no puede abordar el problema.

Niños en casa confinamiento

La observación y dedicación de padres y niños es fundamental para el éxito en la curación de la enuresis, por eso, el estar de manera tan continuada con ellos debe verse como una oportunidad para conocer los hábitos miccionales de nuestros hijos y detectar posibles problemas.

La enuresis nocturna, dicen los expertos, suele ir acompañada de síntomas diurnos como urgencia o dificultad para orinar, pequeñas pérdidas de orina durante el día o señales como cruzar las piernas y contraer la vejiga. Poder observar a nuestros hijos nos permitirá detectar alguno de estos síntomas. Si a ello se suma que el niño orina más de tres noches a la semana en la cama, nos encontramos ante una enuresis que debe ser correctamente diagnosticada y abordada por un médico.

Además, diagnosticar correctamente la enuresis ayuda, no solo a detectarla, sino a descartar otros posibles problemas, como el mal funcionamiento de la vejiga, la hiperactividad vesical o producción excesiva que obliga a orinar de manera muy frecuente, hipertrofias de la musculatura vesical, problemas obstructivos o, incluso, diabetes.

Para realizar un correcto diagnóstico deben realizarse pruebas clínicas, conocer la cantidad de orina por micción, el momento de los escapes, número de noches por semana y veces por noche, el volumen miccional máximo diurno (VMMD), así como utilizar herramientas como el diario o los calendarios miccionales.

Un porcentaje nada despreciable de los niños dejan de orinarse en la cama cada año a partir de los dos años. La enuresis a partir de los 5 años tiene una tasa de curación alta pero los estudios dicen claramente que si se interviene de manera temprana sobre la enuresis, los niños dejan de orinar antes y las complicaciones asociadas de todo tipo son más leves y desaparecen antes.

La enuresis tiene también repercusiones emocionales que son olvidadas muchas veces por las familias y los profesionales sanitarios, que provocan en el niño baja autoestima, dificultad para las actividades diarias o bajo rendimiento social y escolar. Por eso, si el niño moja la cama, pasados los cinco años, la mejor forma de ayudarle es consultar con el pediatra o la enfermera, hablarle del problema y pedirle que evalúe y valore al niño para, en caso de diagnosticarse una enuresis, podamos abordarla y ayudar al niño en su solución.


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